Después de un cataclismo incierto, toda estructura de sociedad moderna fue arrasada. Solo la nave de los Laboratorios Washla sobrevive inexplicablemente. En ella “K” una joven científica y “M” un hombre modificado tecnológicamente documentan los testimonios de “R” el sobreviviente número 333. Mientras cumplen contradictorios decálogos instaurados por una entidad superior, pero ausente que los vigila hasta en los detalles más íntimos, se verán condicionados a repetir por ciclos fractales, sus discursos, acciones, emociones… evidenciando que la realidad sucede porque alguien la está escribiendo. Sin embargo, como una rueda que pierde su eje, las emociones y culpas acumuladas desbordaran el relato, sin que puedan discernir en qué tiempo o espacio están. Para ellos, viajar a la infancia, hacer la guerra o volver a amar no tendrá sentido si no se recupera primero la realidad en un acto simple “matar a Papa”